lunes, 6 de febrero de 2023

AVE DEL MES febrero 2023

 El Cormorán Grande

Nuestro protagonista de este mes, el cormorán grande, Phalacrocorax carbo (Linné 1758), es un ave de la familia Phalacrocoracidae, mayoritariamente invernante en nuestra península, si bien cada vez son más frecuentes las colonias de cría, debido a su clara expa nsión poblacional en las últimas décadas, en las que ha pasado de estar poco menos que al borde de la extinción hace 40 o 50 años, a constituir en muchos sitios una plaga denostada por pescadores y piscicultores, y de no encontrársele más que en zonas costeras, a proliferar tierra adentro siguiendo los ríos y aquerenciándose en los embalses.


Es una especie que se encuentra en mayor o menor extensión en todos los continentes excepto América Central y del Sur y la Antártida, y de la que se reconocen cinco subespecies, de las cuales en España  podemos encontrarnos  Ph. carbo carbo (costera, que cría en las Islas Británicas, Islandia y Francia), y  Ph. carbo sinensis, más pequeña, que cría en el resto de Europa, China y Japón, y es la que está colonizando las aguas interiores.

El nombre genérico, Phalacrocorax, significa “cuervo calvo”, mientras que la palabra “cormorán” procede, al parecer a través del francés, del latín “corvus marinus”; no obstante estos nombres, no tiene ningún parentesco con los córvidos ni con el resto de los Passeriformes.  Pertenece al Orden de los Suliformes (junto con los alcatraces, fragatas y anhingas), si es que aceptamos las revisiones taxonómicas de los últimos años, que separan a todos éstos del tradicional Orden de los Pelecaniformes (que, dicho sea de paso, quedaría convertido en un revoltijo en el que los Pelecánidos pasan a estar acompañados de algunas de las familias antes consideradas Ciconiformes, entre ellas las Ardeidas y Treskiornítidas). La palabra carbo, como es fácil suponer, significa “carbón” en latín y alude al color de su plumaje.

No presenta nuestro protagonista dimorfismo sexual aparente, salvo alguna pequeña diferencia en el peso. Ambos sexos adquieren en el plumaje nupcial manchas blancas en los muslos y el cogote, además de la permanente en la cara, siendo por lo demás de color negro con iridiscencias purpúreas, y en el dorso de las alas de un matiz broncíneo verdoso. Los juveniles presentan un color parduzco grisáceo oscuro con las partes inferiores claras, y se van oscureciendo hasta tornarse negros en su segundo año.

Las medidas vienen siendo de alrededor de 90 cm de largo y metro y medio de envergadura, con un peso de unos 2 o 2,5 kg.

Pueden verse fácilmente los cormoranes posados al borde del agua con las alas extendidas puestas a secar después de sus buceos que pueden alcanzar esporádicamente varias decenas de metros de profundidad; característica es también la natación con el cuerpo casi hundido, asomando sólo el dorso y el cuello y cabeza. Sobre la ayuda en la inmersión de una supuesta falta de engrasamiento del plumaje y atrofia de la glándula uropigial –o uropígea-,  se puede oír y leer de todo; el amigo Félix nos aclara, en el capítulo de El hombre y la Tierra dedicado al cormorán moñudo, que tienen esta glándula funcional, y que, si bien la secreción oleosa es menor que en otras aves, se impermeabilizan  los cormoranes convenientemente el plumaje del cuerpo, pero no  las rémiges y rectrices, que sí se empapan con agua y contribuyen a disminuir la flotabilidad. No obstante, no falta también algún estudioso que más recientemente afirma que la nanoestructura de las plumas de los cormoranes  hace que se sequen casi por completo al salir del agua, y que el hábito de extender las alas podría tener tanta o más importancia para la termorregulación o la comunicación intraespecífica que para completar el secado de las plumas.

En el buceo las alas cumplen una finalidad sobre todo de estabilización y dirección, siendo la impulsión a cargo de sus grandes pies “totipalmeados”, es decir, con los cuatro dedos unidos por membrana natatoria (a diferencia de las anátidas, en que el primer dedo, equivalente al pulgar, no está incluido en la membrana).

La anidación es colonial, construyendo los nidos en acantilados costeros, en árboles o en cañaverales, hechos de palos, algas y broza, y recubiertos de plumas; los reutilizan acumulando material año tras año, con lo cual, añadido al efecto letal de los excrementos, pueden llegar a derribar los árboles en los que se asientan las colonias. Al parecer es el macho el que aporta más material mientras la hembra se dedica a la construcción. Suele poner 3 a 5 huevos, más raramente 1, 2 o 6, de color azul verdoso, que incuba la hembra durante 25 días o un mes. Con facilidad efectúa puestas de sustitución.

Los polluelos nacen desnudos y negros, y a los pocos días se recubren de plumón negruzco; son nutridos con alimento regurgitado que toman del mismo gaznate de sus progenitores, y echan a volar con aproximadamente 50 días de vida, y durante otros tantos pueden volver al nido y seguir siendo alimentados. No suelen reproducirse hasta los 4 o 5 años de edad.


La población europea, reducida a solo unos miles en los años 70 debido a la persecución humana y la contaminación por DDT, ha crecido exponencialmente hasta las 400.000 o 500.000 parejas (que pueden ser como la mitad de la población mundial), con necesidad incluso de realizar descastes por sus  daños a la riqueza piscícola, al arbolado y posiblemente a especies de peces protegidas o endémicas. La voracidad del cormorán grande es objeto de controversia,  desde quien afirma que consume 0,3 o 0,5 kg. de pescado al día en época de invernada, y mínimo de 0,6 los pollos en crecimiento, hasta quien dice que 2 kg., y, puestos a exagerar, hasta el doble de su propio peso; en cualquier caso son muchas las toneladas de peces que puede consumir una colonia al cabo del año. Nuevamente nos orienta Félix en el documental antes mencionado, donde afirma que el pollo de cormorán moñudo protagonista (algo más pequeño que el cormorán grande), troquelado y alimentado a mano por los miembros del equipo de filmación, comía un kilo o kilo y medio de peces al día, si bien cabe pensar que quizá estuviera recibiendo un trato de marajá en comparación con las penurias que en mayor o menor medida deben sufrir sus congéneres salvajes, y no digamos si la comparación la efectuamos con los benjamines de las polladas, que como era de esperar son de eclosión asíncrona; no descubriremos ahora la sopa de ajo si decimos que este mecanismo  es ampliamente generalizado en aves nidícolas como medio de concentrar el alimento en los pollos más desarrollados cuando no hay suficiente para sacar adelante a toda la nidada.

En cuanto al estatus de protección a nivel nacional en España, el cormorán grande no está incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Fue excluido en mayo de 2004 del anterior Catálogo de Especies Amenazadas, en el que estaba catalogado  como de “interés especial”. La UICN Red List le atribuye tendencia poblacional creciente y la categoría de “preocupación menor”.