sábado, 30 de diciembre de 2023

AVE DEL MES diciembre 2023



Grulla común

Grus grus (Linnaeus, 1758) 

Inglés: Common Crane
Francés: Grue cendrée 

Foto: Carlos A. Ramírez

Cuando se avecinan los primeros fríos de diciembre, un cuarto de millón de grullas nos visitan. Vienen de la parte occidental de Europa y se reparten por todo el país, pero con mayor densidad en Extremadura, a la querencia de las bellotas. Éste era con abrumadora diferencia su principal recurso trófico durante la invernada hace décadas, antes de que la proliferación de regadíos les haya venido a echar una bien abastecida mano en forma de rastrojeras de maíz. Pueden quedarse en la provincia de Salamanca unas 5.000, o bastantes menos, dependiendo de cómo venga la montanera y de los laboreos en otros lugares, congregándose casi todas ellas para dormir en el embalse de Santa Teresa y en el Azud de Río Lobos. 

Se trata de un ave de algo más de un metro de longitud y un par de ellos de envergadura, y que promedia cinco quilos y pico. Debe su capacidad de comunicarse mediante trompeteos audibles a gran distancia, a una tráquea de longitud mucho mayor que la del cuello, enrollada como una corneta y encajada en un hueco de la quilla del esternón.


Se vienen distinguiendo tradicionalmente dos subespecies de la grulla común euroasiática, la occidental, Grus grus grus, y la oriental, de color más claro, Grus grus lilfordi; podríamos igualmente llamarlas europea y asiática, pues es la cordillera de los Urales la que separa sus áreas de cría. En conjunto su población está en aumento desde hace décadas y probablemente supere los 700.000 individuos. 
Foto: Carlos A. Ramírez

Quieren ahora distinguir otras dos posibles subespecies, la transcaucásica y la tibetana, que no juntarán entre ambas más que unos cientos de parejas reproductoras, y que probablemente representen poblaciones aisladas en época relativamente reciente. 
Cría en la taiga, la tundra y otras zonas pantanosas, en parejas que se establecen de por vida, manteniendo sus vínculos mediante vistosas danzas en pareja, en las que exhiben su plumaje y movimientos de forma no muy distinta a la que utilizan para mostrar otras conductas sociales como la agresividad. Son entonces las parejas hurañas y territoriales, a diferencia de la conducta altamente gregaria que desarrollan en los cuarteles de invernada. El nido es un agujero no muy profundo en un montoncito de vegetación sin estructura cohesiva, en algún montículo que sobresalga del entorno encharcadizo. En esta época se tiñen el plumaje con lodo para mejor camuflaje. 
Ponen un par de huevos (a veces uno o tres), de los que muy a menudo solo uno llega a pollo volandero. En la incubación participan los dos padres, y dura aproximadamente un mes; los pollos nacen con una asincronía de un par de días, son nidífugos y no parece que haya grandes dificultades en que el primero se busque la vida bajo la protección de uno de los progenitores mientras el otro completa la incubación, y no parece darse el cainismo ni haber motivo para ello al buscar cada uno su propia comida. Tardarán más de dos meses en echar a volar, y aprovechan los padres este periodo para mudar algunas de las plumas de vuelo, quedando durante un mes y medio incapacitados para un vuelo del que poco provecho podrían sacar sin desamparar a su prole, y después cambian algunas de las plumas corporales; al parecer un ciclo completo de muda les lleva entre 2 y 4 años. 



Los jóvenes supervivientes acompañarán a los padres en su primera migración, permaneciendo con ellos hasta el final de la invernada, y se diferencian con relativa facilidad por tener la cabeza de tono parduzco, sin el contraste cromático y sin la mancha roja implume que los adultos ostentan en el píleo, así como por tener en general un tono más ocráceo, y carencia de negro en el ornamental penacho que parece cola, pero que está en realidad formado por las rémiges terciarias. 
Los jóvenes adquieren un plumaje similar al adulto al año o año y medio de edad; pero parece ser que su primera reproducción no se produce hasta bastante más tarde, quizá a los cuatro, cinco o seis. La longevidad observada en cautividad supera los 40 años, pero en la naturaleza no parece fácil que superen los 15. 
La dinámica poblacional de la especie es claramente creciente, y, por lo que respecta a las poblaciones de Europa Occidental, se observa en los últimos años una expansión de la zona de invernada hacia el norte, siendo ya relativamente cuantiosa en Francia e incluso en Alemania, cuando lo permiten la templanza de los inviernos y la existencia de alimento, muy condicionada la lo errático de las decisiones de cultivo. 
Foto: Carlos A. Ramírez


El nombre Grus no tiene ningún misterio, ya que es grus-gruis la palabra, al parecer de género femenino, que designaba a la grulla en latín clásico. El vernáculo “grulla”, si bien se considera por el diccionario de la RAE de origen incierto, parece probable que tenga su origen en derivaciones que los hablantes entendían mejor como femeninas, tales como "grúa" o "gruia". La denominación de las grúas usadas en construcción, tanto en nuestro idioma como en algún otro, se originó en la similitud de dichos aparatos con el porte de las grullas.