domingo, 28 de diciembre de 2025

AVE DEL MES diciembre 2025

 

Carbonero garrapinos

Periparus ater (Linnaeus, 1958)

Inglés: Coal Tit

Francés: Mésange noire

Foto: José Vicente

Nuestro diminuto, cabezudo y colicorto invitado de este mes es el más pequeño de los páridos epañoles; se trata de un pequeño pajarillo de 11 o 12   cm., y unos 9 o 10 g. de peso, mucho más común en los parques urbanos de lo que a primera vista parece, porque, eso sí, hay que estar atento para verlo porque no se exhibe con tanta impudicia como los gorriones o el colirrojo tizón; al contrario, suele moverse por las copas de los árboles bajando poco al suelo, aunque si se le observa con cuidado y quietud aguantará nuestra presencia a una distancia bastante reducida, brindándonos agradables sesiones de observación o incluso de fotografía.

Poco dimorfismo sexual tiene, de modo que los sexos son prácticamente indistinguibles; el macho suele tener las partes negras de tono más intenso y brillante, y alguna diferencia en el tono de las cobertoras, pero que ni siquiera con el ave en la mano llegan a ser criterios muy seguros.

En los hábitats urbanos lo vemos a menudo sobre abetos y otras coníferas, y menos en caducifolios, aunque también. En la naturaleza su hábitat principal son los bosques de coníferas, en especial los de Pinus sylvestris, pero acepta casi cualquer tipo de arbolado, incluso de caducifolios.

Su área de reproducción abarca todas las zonas templadas de Eurasia, desde Portugal hasta Japón, y el borde norte de África.  Una distribución tan amplia, unido a su condición sedentaria (aunque presenta una cierta tendencia a ser ave “irruptiva”, sólo las poblaciones siberianas son realmente migratorias) ha propiciado la diferenciación de poblaciones bastante variadas en coloración, e incluso las orientales presentan crestas más o menos desarrolladas; se admiten hoy día nada menos que 21 subespecies, de las cuales podéis apreciar la diversidad y belleza de sus libreas aquí:

https://birdsoftheworld.org/bow/species/coatit2/cur/introduction?lang=es



Foto: José Vicente

En la Península Ibérica podemos encontrar la especie nominal en los Pirineos, y en el resto de ella la P. ater vieirae, endémica de la Península, y que es un poco mayor y de matices un poco más oliváceos.                      

Decíamos que tiene tendencia a ser especie irruptiva, lo que significa que a veces se producen desplazamientos masivos a zonas relativamente alejadas, debido no a la estacionalidad, sino a la dificultad de encontrar alimento invernal en algunas regiones, siendo la causa más probable la alternancia entre cosechas de piñones abundantes y escasas, de forma que, tras supervivencias invernales altas, puede una población relativamente numerosa verse incapaz de hacer frente a un año de vacas flacas sin trasladarse en busca de regiones más prósperas. Sí, sí, de piñones. Porque aunque se trata de un insectívoro típico, basa gran parte de su alimentación invernal en piñones, y en otoño los esconde activamente en las grietas de la corteza de las ramas, prefiriendo para ello las partes inferiores y laterales, donde son más difíciles de descubrir, especialmente por aves de menores aptitudes acrobáticas. 

La puesta es de 7-8 huevos en promedio, pudiendo llegar hasta doce. Saca una o a veces dos puestas anuales, con alta probabilidad de que los pollos lleguen a volar; esto se compensa con una vida relativamente corta, ya que no suelen durar más de 3 o 4 años, aunque se han citado longevidades extremas de hasta 9,5 años. 

Hace sus nidos en agujeros, pudiendo realizarlos en troncos huecos, en resquicios de muros o en taludes; puede aprovechar a veces huras de ratones, o resquicios en nidos abandonados de urracas o incluso de ardillas; no es por tanto, tan dependiente de la existencia de arbolado viejo como podríamos suponer; aunque prefiere los bosques de coníferas añosos, ocupa también los de repoblaciones jóvenes, además de poderse encontrar también en formaciones de caducifolios. En la construcción del nido se implica más la hembra, que lo hace con musgo, telarañas y material de relleno interior como plumas o pelo o pelusas vegetales. Los huevos son blancos con moteado rojizo, y al parecer los incuba sólo la hembra, alimentada entonces por su consorte, durante un par de semanas, y otras dos y pico duran los polluelos en el nido, tras las cuales saldrán con un plumaje no muy distinto al adulto, aunque con tono más mate, con el babero negro más pequeño, las mejillas y mancha nucal amarillentas, y las rectrices más apuntadas




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 En el buen tiempo alimentan los garrapinos a sus crías y a ellos mismos con arañas e insectos, tanto adultos como huevos o larvas, incluidas las de la procesionaria del pino; en el invierno, cuando el menú de bichejos escasea y necesitan menos proteínas por no estar criando ni mudando, y más energía para aguantar el frío, sobreviven mayormente de piñones y otras semillas, cuanto más oleosas mejor; en la ciudad se les ve a menudo rebuscando las semillas de tuya oriental, quizá porque le gusten especialmente, o quizá porque llame más la atención por estar más en el exterior de la copa que cuando rebusca en los pinos o abetos. El caso es que en invierno la termorregulación le exige un gran coste energético: se ha comprobado que puede llegar a acumular grasa a lo largo del día aumentando hasta un 10% de su peso corporal para perderla durante la noche. Se mueve a menudo en esta época en bandos mixtos con otros páridos, y tienden a repartirse el espacio relegando al pequeño garrapinos a las zonas más periféricas de las copas, por ser el más dominado pero también el más ligero y mejor apañado para hacer acrobacias en los extremos de las ramillas o en las acículas.

Foto: José Vicente
La población europea puede que ande por los 50 millones de adultos, por decir algo, y la española por tres; parece ser que la tendencia es creciente, auspiciada sobre todo por las repoblaciones de coníferas; la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, o IUCN si la queremos nombrar en inglés) lo considera de “preocupación menor”, y la legislación española lo incluye en su Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogar como amenazada.

La especie fue nombrada por Linneo en 1758, incluyéndola en el género Parus, en el cual se ha mantenido hasta hace pocos años, siendo ésta una palabra latina con la que ya desde antiguo se denominaba a los carboneros y herrerillos, mientras que ater, también latina, significa necro mate. El nombre de Periparus fue propuesto en 1884, por entonces como subgénero, por Edmonde de Sélys Longchamps, ornitólogo, entomólogo y miembro del Partido Liberal, que llegó a ser presidente del Senado de su país y al que debemos fructíferos aportes al conocimiento de la fauna de odonatos, neuróperos y ortópteros de Europa.

Foto: José Vicente