miércoles, 26 de junio de 2024

AVE DEL MES junio 2024


Cuco común 

Cuculus canorus Linnaeus, 1758

Inglés: Common Cuckoo

Francés: Coucou gris





Es la familia Cuculidae la única del orden Cuculiformes, y tiene como una de las características más reseñables los pies zigodáctilos, es decir, con el primer y cuarto dedos dirigidos hacia atrás, carácter que comparten con los psitácidos y los pájaros carpinteros.

Es una familia cosmopolita que incluye especies arbóreas (la mayoría) y terrestres como el correcaminos (que,  junto con el cuco y el críalo de nuestra fauna, son posiblemente las únicas especies de la familia que la mayoría de nosotros hayamos oído siquiera mentar, ya que la mayoría son aves exóticas de nombres a cuál más raro y desconocido, tales como aníes, koeles, malcohas o pirinchos). La mayoría de las especies de la familia crían a sus polluelos de forma convencional. Las especies nidoparásitas del Viejo Mundo constituyen la subfamilia Cuculinae.

El cuco común euroasiático es ave de tamaño intermedio entre mirlo y  urraca, viene promediando unos treinta y pocos centímetros de longitud y 120 gramos. Cría en casi toda Eurasia, y pasa la invernada en casi todo el África subsahariana y en algunas zonas del sureste asiático.



Foto: Germán Fraile

Se alimenta de bichejos tanto voladores como reptantes, sin hacer ascos a las orugas peludas y urticantes como la procesionaria del pino.

Tienen todos los machos de cuco un diseño similar, con partes inferiores barreadas de oscuro sobre fondo blanco, y partes superiores grises, al igual que la garganta y la pechuga. La mayoría de las hembras pueden distinguirse de los machos por tener pecho y garganta más ocráceos y con barreado algo difuso, pero algunas son indistinguibles de los machos, y unas pocas tienen un diseño rojizo en lugar de gris, y barreado de oscuro, denominándose a veces este morfo como “hepático”.

Como es de conocimiento general, se desentienden los cucos del cuidado de su prole por el sistema de ir repartiendo los huevos, hasta un par de docenas por cada hembra y año, uno en cada nido de pajarillos (se han citado más de cien especies damnificadas), de tamaño muy inferior al suyo y que por tanto sólo son capaces de sacar adelante un pollo de cuco a costa de perder toda su nidada, expulsada del nido por el intruso, ya sea en fase de huevos o de pajarillos neonatos. Si alguna cuca se confunde y pone donde ya ha puesto otra, mala suerte; como en la película de Los inmortales, “sólo puede quedar uno”. Ponen las hembras unos huevos muy pequeños para su tamaño, aunque no tanto como los de las especies parasitadas; ello les facilita realizar la puesta al descuido de los hospedadores, que tienden a atacarlas colectivamente si las descubren. Ayuda al engaño su parecido con el gavilán; por lo que se ha podido ver en experimentos con ejemplares disecados, los más parecidos a la rapaz son más rehuidos y menos atacados por los presuntos hospedadores. En el caso de las hembras de morfo rojizo, la ventaja podría consistir en no parecer un cuco a ojos de sus víctimas.



Suele la hembra robar de cada nido un huevo, para que no se note tanto el engaño, y de paso comérselo, y deposita el suyo directamente si se trata de nidos abiertos, o lo pone fuera y luego lo mete con el pico si son nidos de estructura cerrada como el del chochín; esto último da buen resultado en nidos que la cría pueda reventar al crecer, pero puede ser letal si se trata de cavidades por cuyo acceso no puede salir una vez crecido; incluso se cita el caso de alguna hembra de cuco encontrada muerta con la cabeza atascada en el oficio de una caja nido después de haber introducido su huevo en ella.

Cabe mencionar que los huevos de cuco tienen la cáscara más gruesa de lo esperable en huevos de su tamaño, lo que les permite soportar la oviposición realizada con precipitación y desde varios centímetros de altura, en un nido en el que la desovadora no cabe. Al parecer su desarrollo embrionario empieza ya en los oviductos, y se depositan generalmente en nidos cuyos legítimos propietarios no han concluido la puesta ni empezado la incubación, por lo que el pollo de cuco parte con ventaja y suele nacer antes que sus hermanastros. A partir de las diez o doce horas de la eclosión, y durante unos cinco días, toda su obsesión, aparte de comer como una lima, es echarse a la espalda todos los huevos o polluelos que le acompañen, para arrojarlos al exterior del nido; para ello nace con una concavidad en el dorso que le facilita la tarea, y con el sistema nervioso y muscular de las patas precozmente desarrollado.

Fotos: Sofía Santos

Conduce la evolución a que las especies más parasitadas vayan desarrollando la habilidad de diferenciar los huevos del intruso de los propios, y a que los cucos vayan perfeccionando el parecido de sus huevos con los del hospedador habitual en interminable carrera armamentística; se desarrollan así en el cuco linajes matrilineales según la especie que parasitan de preferencia, y cuyos huevos imitan; estas estirpes se denominan gentes, y la elección  del hospedador adecuado a la correspondiente gens no parece que venga determinada por impronta de la hembra en sus edades tempranas, a juzgar por los experimentos que se han hecho, sino que probablemente esté inscrita genéticamente en el cromosoma sexual femenino Conviene aclarar aquí que en las aves, a diferencia de los mamíferos, es la hembra el sexo heterocromosómico, es decir, el que porta dos cromosomas distintos, denominados ZW, mientras que los machos son ZZ.  Los machos de cuco se aparean indistintamente con las hembras de las distintas gentes, por lo que las poblaciones se mantienen panmícticas.


Una excepción notable la constituye la gens que parasita al acentor común, que pone unos huevos blancos con pintas oscuras muy distintos de los de color azulado liso del acentor; se interpreta esto como que se trata de una asociación relativamente reciente.

Foto: Vega Bermejo

El bisbita arbóreo se defiende del engaño con bastante eficacia por el sistema de poner huevos de aspecto muy variable, de forma que los huevos de cuco no puedan asemejarse a los de cada hembra de bisbita en particular; por el contrario, el bisbita común pone los huevos con muy poca diferencia intraespecífica, y es parasitado con mucha mayor frecuencia.

Si el huevo intruso es identificado, los propietarios del nido pueden arrojarlo fuera, o reconstruir el nido por encima y hacer una nueva puesta, o abandonar el nido; en caso contrario, nacerá el cuco al cabo de 12 días de incubación, y ya no será identificado como intruso; tras acaparar toda la atención de los padres adoptivos con unas enormes e insaciables tragaderas de color naranja intenso, que actúan como un estímulo hiperóptimo para la conducta de ceba, y una vez crecido y medio emancipado, se dedica a exigir comida con sorprendente éxito a cuantos pajarillos se cruzan en su camino. Presenta el volantón un plumaje  con tonalidad de fondo variable desde grisácea a parduzca o castaña,  con una característica mancha blanca en la nuca y las plumas de las partes superiores alares ribeteadas de blanco. Finalmente, llegando septiembre, emigrará a sus cuarteles de invierno en solitario, sin nadie que le guíe y posiblemente sin haber visto otro cuco en su vida, y precedido en quizá un mes por sus progenitores verdaderos, para volver a la zona de cría al año siguiente por abril, formando ya parte del contingente de adultos reproductores.


La Lista Roja de la UICN cataloga la especie como Least Concern, si bien le atribuye una tendencia poblacional descendente. La población española, de quizá unos 400.000 individuos, está amparada por el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogarla como amenazada.

Las poblaciones de Iberia, Baleares y norte de África constituyen una subespecie caracterizada por su tamaño menor que la nominal, y se denominan Cuculus canorus bangsi Oberholser, 1919. Su nombre homenajea al estadounidense Outram Bangs, mastozoólogo, ornitólogo e ímprobo coleccionista de ejemplares, que fue conservador del Museo de Anatomía Comparada del Harvard College, al que donó su propia colección de aves.

 


miércoles, 29 de mayo de 2024

AVE DEL MES mayo 2024

 

 Avetorillo Común

Ixobrychus minutus (Linnaeus, 1766)


Inglés: Little Bittern

Francés: Butor blongios



Foto: Carlos A. Ramírez


Foto: Carlos A. Ramírez
¿Qué es eso? ¿Un ave de tamaño parecido al de una paloma, con supracobertoras alares claras contrastando con el resto de las partes superiores oscuras, que ha echado un vuelecito fugaz para esconderse entre los carrizos y ya no vuelve a asomar en toda la mañana? Quizás se trate del avetorillo común. Es la menor de las especies de ardeidas que pueden verse en Europa,  alrededor de 35 cm. de longitud y unos 55 de envergadura, y unos 150 gramos.

Se comporta en Europa como estival, yendo casi todos sus efectivos a invernar al África subsahariana, aunque, al menos en las últimas décadas, se viene registrando la invernada en nuestra península de una pequeña parte de la población. Se trata de la subespecie nominal, que cría por casi toda Eurasia, mientras que en el África continental subsahariana y en Madagascar hay otras dos subespecies, de comportamiento sedentario.

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Su plumaje, bastante contrastado y llamativo visto de forma aislada, especialmente el del macho, resulta sin embargo muy críptico en su hábitat, ya que simula las luces y sombras que se forman en los cañaverales; lo cual, unido a sus hábitos escondedizos, costumbres mayormente crepusculares y su postura de camuflaje con el pico hacia arriba, similar a la de su pariente el avetoro común, hace que su presencia sea difícilmente perceptible.


En la Península Ibérica cría de forma dispersa en casi toda ella por los cursos medios y bajos de los ríos y en humedales de aguas quietas, allí donde encuentra cobertura de vegetación palustre de carrizos, espadañas, o al amparo de sauces arbustivos y tarajes. 
Su temporada de cría es tardía; no empieza hasta que está bien avanzada la primavera y desarrollada la vegetación que oculta los nidos, y generalmente efectúa la puesta en junio o casi. Al parecer el macho construye parcialmente varios nidos con trozos de plantas entre los cañaverales o carrizos, generalmente a poca altura sobre el agua, para que la hembra elija uno, y después lo rematan entre los dos; se dice que los dos sexos colaboran en la incubación y el cuidado de los polluelos. 


Efectúan una puesta de alrededor de media docena de huevos. Los polluelos, de plumón color marronuzco claro, son nidícolas o altriciales (que de ambas formas puede y debe decirse), si bien a la semana o 10 días ya empiezan a moverse por los tallos próximos al nido; hacia el mes de vida completarán su desarrollo, y tienen por entonces un plumaje algo más apagado que el de la hembra, formado básicamente por estrías parduzcas y blanquecinas.

Se alimenta de peces, batracios e invertebrados. En este enlace https://www.youtube.com/watch?v=tAMMkXz3RB4   podemos ver un interesantísimo y meritorio vídeo en el que sus autores, tras tres años de observaciones, aquí mismo, en Salamanca, documentan cómo utiliza pequeños invertebrados como cebo para capturar peces. Hacia el final del video podemos también apreciar como un macho, adornado con la mancha rojiza que tiñe la base de su pico en la época del cortejo, profiere su peculiar sonido, que para algunos puede recordar un mugido y para otros el croar de algún anfibio, y que parece tener que ver con el origen del nombre genérico.  En efecto, según la Wikipedia, el nombre Ixobrychus  fue compuesto a partir de las palabrejas griegas ixias (junco) y brukhomai (bramar), y propuesto como nombre del género por parte del  sueco Gustav Johann Billberg en 1828; mientras que la especie fue descrita al parecer por Linneo en la duodécima edición del Systema Naturae, de 1766, bajo la denominación de Ardea minuta. Recordemos aquí que el poner la autoría de una especie entre paréntesis, como hacemos en este caso con Linneo, obedece, según las normas de nomenclatura zoológica, a que el autor citado denominó la especie bajo un género diferente al actual. Minutus es palabra latina que vino a castellanizarse en "menudo".

Foto: Carlos A. Ramírez

La población europea del avetorillo común se considera estable, y se estima por la Lista Roja de 2021 en 171 000 a 301 000 adultos. A nivel mundial, la UICN la considera decreciente, aunque conceptuada como de “preocupación menor”. Sus principales amenazas son la contaminación, la destrucción de su hábitat por desecaciones  y dragados y las actividades deportivas en las masas de agua donde habita. Para la legislación española, es especie incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogar como amenazada.

 

lunes, 29 de abril de 2024

AVE DEL MES abril 2024




 



Lavandera cascadeña

Motacilla cinerea Tunstall, 1771



Inglés: Grey wagtail

Francés: Bergeronnette des ruisseaux


Avecilla que alcanza los 19 cm de longitud gracias a la longitud de la cola, pero que en peso no llega a dos tercios del gorrión común, y que podemos encontrar en la Península durante todo el año, criando preferentemente, pero no en exclusiva, en zonas montañosas con cursos de agua rápidos y permanentes, y en invierno algo más disperso por cotas bajas y reforzado por individuos que bajan de más al norte.

Foto: Carlos A. Ramírez
Busca su alimento en zonas de orilla despejadas, y es un insectívoro estricto, que captura presas tanto en el suelo o el agua somera, como revoloteando en persecución de insectos alados. Además de la longitud de la cola, que sale de ojo que es mayor, no solo que la de un pajarillo cualquiera, sino también que la de las otras lavanderas ibéricas, y que agita arriba y abajo, llaman la atención para quien intenta analizar con un poco de detenimiento su plumaje, las rémiges terciarias que sobresalen hacia atrás mucho más que las secundarias, hasta el punto de poder ocultar las puntas de las primarias.

En un primer contacto con las guías de campo, pudiera parecer fácil la distinción entre sexos por tener las hembras la garganta blancuzca y los machos negra en plumaje nupcial, pero no en el invernal (con la consiguiente variabilidad en fechas y plumajes de transición). Si intentamos afinar más en el asunto, como por ejemplo buceando en la muy recomendable página de Javier Blasco-Zumeta http://blascozumeta.com/specie_files/10190_Motacilla_cinerea.pdf , resulta que el color claro de la garganta lo mantienen la mayoría de los machos en su primera estación nupcial; y que las hembras pueden tenerla más o menos entreverada de plumas oscuras, dándoles un aspecto grisáceo a veces casi tan oscuro como en los machos. De manera que, en mi condición de profano, establecer un criterio para sexar con seguridad, más aún a distancia, se me antoja un asunto arcano y esotérico.

Foto: Carlos A. Ramírez
Su área de cría se extiende desde la Macaronesia hasta Japón y Kamchatka, y en invernada baja hasta Malawi e Indonesia. En la Península Ibérica y las Baleares cría la subespecie típica, y en canarias la Motacilla cinerea canariensis, que tiene los bajos de un color amarillo más intenso, tirando a naranja.

Como es habitual en los pajarillos insectívoros, su reproducción es monógama y territorial. Construye nidos con hierbecillas y disimulados con musgo en cualquier recoveco próximo al agua, ya sea en algún talud de la propia orilla, o en algún muro o pedriza o entre las raíces de un árbol. Respecto al tamaño de puesta, tampoco hay nada de particular; un promedio de unos cinco huevos, de color cremoso con pintas grises, incubados por ambos progenitores durante unos 12 días; los polluelos salen del nido con semana y media o dos de edad y serán cebados durante unos pocos días más. Le da tiempo a sacar usualmente dos polladas al año, a veces tres en las zonas más bajas, y una sola en la alta montaña.

La población se considera estable y la Lista Roja de la UICN estima una población mundial de entre 5 y 20 millones de parejas, con la consideración de “preocupación menor”

España incluye la especie en el Lisado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogar como amenazada.

El nombre “motacilla” parece ser que ya lo utilizaban los clásicos para designar al menos a la lavandera blanca, y se cree que trae su origen remoto del verbo motare (mover), pero no está tan claro el origen de “cilla”, que para algunos se referiría a la cola, pero otros lo consideran un simple diminutivo. Tras enterarme de que existía el verbo cillo, cillis, cillere, significando “mover” o “agitar” https://latinonline.es/diccionario-latin-espanol/pagina-168/ , empiezo a maliciarme que pudiera aludir igualmente al movimiento de estos pajarillos, componiendo así una palabra con el sentido de moverse de forma agitada o compulsiva. Menos elucubraciones necesita el epíteto cinerea, que alude claramente al color ceniciento. 

Foto: Carlos A. Ramírez
El género Motacilla lo describió ya Linneo en 1758, al igual que las especies M. flava y M. alba; sin embargo, la especie M. cinerea se la debemos a Marmaduke Tunstall, uno de los primeros ornitólogos ingleses en utilizar el sistema binomial linneano, y autor también de alguna otra especie, como el halcón peregrino, que, al igual que la especie que adorna este mes nuestra página, parece sorprendente que pasara por alto el propio Linneo.



sábado, 9 de marzo de 2024

AVE DEL MES marzo 2024


Golondrina común

Hirundo rustica, Linnaeus 1758

Foto: Vega Bermejo
                         
            Inglés: Barn Swallow
            Francés: Hirondelle rustique


Por San José, la golondrina veré. Para esa fecha suelen estar ya por Salamanca, o antes si las temperaturas son tan benignas como últimamente; en el sur de la Península se asientan bastante antes, algunas incluso en enero, y en la cornisa norte puede que no se vean hasta abril.

Anida de preferencia en interiores; se supone que de forma natural lo haría en cuevas; aquerenciada desde antiguo a las construcciones humanas, construye su nido dentro de cualquier establo, cobertizo, portal, habitación poco frecuentada o algún local periurbano al que pueda acceder por cualquier ventanuco o a través de un tabique palomero. Eso sí, es difícil de ver en el interior de las ciudades, allí donde no haya espacios abiertos de amplitud suficiente como para buscar su alimento volando bajo, porque en esto se diferencia tanto de su pariente el avión común como de sus no parientes los vencejos, que gustan de cazar insectos a mayor altura, sobrevolando sin problema los edificios altos de las construcciones modernas. Aun así, siempre es fácil observar a la golondrina en las ciudades, aquerenciada en grandes parques, ríos o zonas periféricas.

Construye sus nidos con pellas de barro, hierbas y estiércol si lo encuentra, en forma de medio tazón, adosados a paredes, de preferencia donde dispone de algún apoyo que impida su caída, ya sea sobre una viga, un cable grueso, alguna repisa o cualquier zaleo colgado en la pared. Tanto la necesidad o manifiesta preferencia por utilizar apoyos, como la forma del nido, lo diferencia claramente del de otros dos hirundínidos: el avión común los realiza en forma globular con sólo una pequeña apertura en su parte superior, siempre adheridos por arriba a un alero o cornisa y por uno o dos lados a la superficie vertical, y la golondrina dáurica, sin soporte vertical, adheridos por debajo de superficies como techos de cuevas, habitaciones u ojos de puentes, cerrados y con un túnel de entrada igualmente adherido a la superficie de soporte. Si acaso podrían confundirse en algún caso los nidos de nuestra protagonista con los del avión roquero.
A diferencia del avión común, anidan las parejas de golondrina en solitario, o bastante cerca de otras parejas, pero sin apiñar los nidos en colonias compactas.
Se trata de una especie monógama, pero es generalizado el adulterio, si es que cabe aplicar este concepto a los pájaros; donde se ha estudiado el asunto, se ha comprobado que aproximadamente un tercio de los polluelos son de padre distinto al putativo. Tienen las parejas una alta fidelidad a su lugar de anidación y al propio nido, que suelen reparar y reutilizar año tras año si les dejan.
Entre los dos miembros de la pareja tardan unos 10 días en construir el nido, si no lo tienen ya de otros años, y unos 15 en cada incubación, pudiendo sacar hasta tres nidadas al año, aunque lo usual es un par de ellas, siendo el tamaño de puesta más habitual el de 5 huevos, de color cremoso con moteado rojizo.
Los jóvenes echan a volar a la edad de tres semanas o tres y media, con la garganta de color marronuzco más claro y apagado que los adultos y con las colas con un ahorquillamiento normal, sin las largas prolongaciones de las rectrices externas que poseen los adultos.


Foto: José Vicente

Merecen atención estas prolongaciones de las rectrices; se sabe que su longitud está sobredimensionada con respecto al óptimo aerodinámico, dado que aumentan sensiblemente la resistencia al avance pero no la sustentación, y que tienen una función de atractivo sexual, tanto más cuanto más largas son, aunque algún autor postula, al parecer sin pruebas concluyentes por ahora, que podrían tener alguna ventaja para estabilizar el vuelo en el momento de los giros. Son más largas en los machos que en las hembras, y en las poblaciones del norte de Europa es la diferencia mayor que en nuestro país. También parece ser un indicativo de calidad genética para posibles parejas la extensión de las manchas blancas de la cola; se postula a este respecto que el blanco atrae más a determinados parásitos del plumaje, por lo cual tener estas manchas grandes y sin deteriorar sería indicativo de resistencia a los parásitos y por ende de fortaleza metabólica. En el plumaje juvenil se amagan ya estas manchas, pero son por entonces más pequeñas y redondeadas.
Cría la especie por casi todo el Hemisferio Norte, si es que consideramos las golondrinas americanas (Hirundo rustica erythrogaster) conespecíficas de las eurasiáticas, sobre lo cual hay alguna discrepancia.
Las golondrinas que anidan en España invernan al parecer en la zona del Golfo de Guinea, y pertenecen a la subespecie nominal, que se extiende por Europa y parte de Siberia; se distingue esta subespecie entre las 6 u 8 que se vienen reconociendo, por tener la banda pectoral oscura completa y bien definida y ser la de partes ventrales más claras, cremosas o blanquecinas (más claras en la hembra), que en otras subespecies son en mayor medida marronuzcas o rojizas.

Foto: Vega Bermejo


Ha sido la golondrina común un pájaro tradicionalmente tratado con estima y deferencia, al menos en comparación con otras aves, lo que quizá influya en su capacidad de tolerar un grado considerable de trasiego humano en las proximidades de los nidos; el autor de estas líneas es probablemente de la última generación de niños a los que se nos enseñó que los nidos de golondrinas había que respetarlos, cuando no era costumbre ni norma civil respetar los otros, “porque quitaron las espinas de la corona de Nuestro Señor cuando estaba en la cruz, y por eso se mancharon de sangre y desde entonces tienen el papo rojo”. Al parecer este tipo de argumentos eran más convincentes, o más fáciles de explicar, que la utilidad de la golondrina en mitigar las plagas de mosquitos, por más que las malarias tercianas y cuartanas hayan sido lacra común en el país hasta hace como quien dice cuatro días, en que se generalizó el uso del DDT y la desecación de humedales, con consecuencias buenas para unas cosas y malas para otras. Se dio por erradicada oficialmente en España la malaria en 1964, aunque se registran cientos de casos anuales importados.
Esta simpatía tradicional hacia la golondrina no ha evitado el declive de la especie, que en España se ha reducido a la mitad o menos en el último cuarto de siglo, de lo que tiene la principal culpa la masificación del uso de insecticidas, con la correspondiente disminución de alimento y aumento de su toxicidad.
Foto: Vega Bermejo


La especie en su conjunto se considera por la Lista Roja de la UICN como “preocupación menor”, dada su gran extensión geográfica y su número todavía abundante, aunque decreciente, con estimación de población mundial entre 290 y 487 millones de adultos. Para la legislación española, es ave protegida mediante su inclusión en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, pero no en el Catálogo de Especies Amenazadas. Interesante es el caso de la subespecie americana, que, pese a tener números también decrecientes, viene colonizando como nidificante Argentina desde 1980 y Uruguay desde 2017.
La golondrina común se hibrida con relativa frecuencia con el avión común, lo cual ha llevado a algunos a sugerir que quizá no deban mantenerse como géneros separados. O sea, que al final a lo mejor tenía razón Linneo cuando en 1758, en la décima edición del Systema Naturae, describió ambas especies bajo el género Hirundo (que no es más que el nombre que desde siempre se dio en latín a la golondrina).

miércoles, 21 de febrero de 2024

AVE DEL MES febrero 2024

 

 Somormujo lavanco 

Podiceps cristatus (Linnaeus, 1758)

 

Inglés: Great Crested Grebe

Francés: Grèbe huppé

Es un ave que promedia casi medio metro de longitud, y su peso es de más o menos un kilo o kilo y cuarto, fácil de ver en el buen tiempo en aguazales con profundidad suficiente para sentirse protegido y bucear, y lo bastante someros como para anclar su nido al suelo o a la vegetación palustre, y más aquerenciado en invierno a embalses y aguas costeras, estuarios y otras masas grandes de agua, mostrando un plumaje invernal blanquigrís, sin la vistosidad ni los copetes de plumas ornamentales del plumaje nupcial, pero siempre reconocible por su aspecto cuellilargo y su modo de flotar profundo, a menudo con casi todo el cuerpo hundido hasta casi el dorso. En cualquier caso, parece ser que se encuentra cómodo en las aguas abiertas, no confiado en la ocultación de la vegetación y sí en la distancia a la orilla y en su capacidad de escapar de los peligros buceando y emergiendo al cabo de medio minuto por cualquier otro sitio, a decenas de metros del punto de inmersión. Difícilmente se le verá moviéndose sobre sólido, si no es para encaramarse a la plataforma de nidificación, pues camina con torpeza por tener las patas dispuestas en posición muy trasera, buena para nadar y bucear, a lo que ayudan los dedos provistos de anchos lóbulos, que se separan y extienden en el movimiento de impulsión, pero se juntan y pliegan en el de avance, lo que, junto con un tarso de inusitado aplastamiento lateral, reduce a casi nada la resistencia del agua al adelantar los pies.

 La subespecie nominal es la que podemos ver por aquí, y se encuentra por la mayor parte de Eurasia. Es residente en Europa occidental, pero migratorio en otros lugares de inviernos menos benignos. Las subespecies africana, P. c. infuscatus, y de Oceanía, P. c. australis, vienen siendo también sedentarias.

Se alimenta mayormente de peces; también de invertebrados acuáticos y batracios, y algo de material vegetal tierno como brotes de plantas acuáticas. Se sabe que también come plumas, probablemente para facilitar el tránsito de espinas, escamas y exoesqueletos y formar egagrópilas.

 El somormujo lavanco es territorial en la época de cría, y se empareja con llamativas actividades de cortejo, que desarrollan ambos sexos con parecida vehemencia y parecido plumaje, y que incluyen carreras sobre el agua en pareja, estiramientos y contorsiones de cuello sincronizados, elevaciones de casi todo el cuerpo en vertical sobre la superficie y ofrecimiento de algas cual si fueran valiosos presentes, así como ostentación de los vistosos moños de plumas que por la época reproductora tienen en la cabeza y en la cara, y que pueden extender o relajar a voluntad.

Construyen nidos flotantes en forma de plataforma sobre la superficie del agua, con vegetación palustre o broza arrastrada por las aguas; ponen por lo general entre 3 y 6 huevos, que son incubados por ambos progenitores. Saldrán de ellos polluelos nidífugos, que desde el principio, nadan, bucean y se hacen transportar subidos al dorso de los padres, y muestran un diseño de rayas negruzcas sobre fondo blanco, más contrastado en la cabeza y cuello que en el cuerpo, y una mancha rosada en la frente y otra delante de cada ojo.

 A las 9 o 10 semanas completan el plumaje y se independizan. Tienen los juveniles durante su primer otoño un diseño parecido al invernal del adulto, pero con rayas oscuras en la cara, y parece ser que algunos se emparejan y crían tras el primer invierno, pero que lo habitual es hacerlo tras el segundo.

La población reproductora europea se estima entre 772.000 y 1.060.000 adultos, con tendencia estable.

Para España no parece que haya disponibles datos recientes sobre su demografía; se estimaron 11.800 individuos en 2007. Está considerado por la Lista Roja de la UICN como de “preocupación menor”. Está incluido en el Listado Español de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogar como amenazado.

Se cree que procede la palabra "somormujo" (o "somorgujo", que también existe y significa lo mismo), del verbo "somorgujar" (que significa sumergir o bucear), que al parecer podría derivar del antiguo latín submerguculare, y éste de una forma diminutiva del sustantivo mergus, el cual designaba a no se sabe qué especie o especies de aves buceadoras y lleva parentesco con el verbo mergere (sumergir), y es que al parecer la asociación lingüística entre este tipo de aves y los conceptos de sumergir, emerger e inmersión viene de tiempos antiquísimos, remontándose probablemente al indoeuropeo.

Por lo que respecta al término “lavanco”, se desprende del Diccionario de la Real Academia Española que es una corrupción de “navanco”, que viene a significar propio de las navas, o terrenos encharcadizos en despoblado, y el propio diccionario lo refiere, bajo las formas de “navanco”, “lavanco” y “alavanco”, a los patos bravíos. 

La especie fue descrita por Linneo en su famosa décima edición del Systema Naturae (1758), bajo la denominación de Colymbus cristatus, en la suposición de que los actuales Gaviiformes o colimbos, y los Podicipediformes (somormujos y zampullines), estaban estrechamente emparentados, cuando realmente sus semejanzas externas hoy se sabe que son fruto de evolución convergente. El nombre genérico de Podiceps le fue dado por John Latham en 1787, y se lee recurrentemente que lo formó de las palabras latinas podex-podicis (ano) y pes-pedis (pie), en alusión a la posición retrasada de sus patas. A servidor no se le alcanza qué arte de birlibirloque haya transformado “podicipes” en “podiceps”, y sería de agradecer que algún entendido en esto de las desinencias latinas nos diera la explicación, si es que existe alguna distinta de un lapsus calami.