miércoles, 19 de marzo de 2025

Escribano soteño 
Emberiza cirlus Linnaeus, 1766 
Foto: Carlos A. Ramírez
Inglés: Cirl bunting 
Francés: Bruant zizi

¿Pájaros y pardales, todos iguales? No si nos fijamos un poco. Este mes asoma a este blog un pajarillo de tamaño parecido al del gorrión común, con la cola algo más larga (15 a 16,5 cm, y alrededor de 20 o 25 gramos), que con un poco de suerte o de paciencia podemos ver en Salamanca por la zona de los huertos urbanos, o por las inmediaciones del cementerio de San Carlos Borromeo. 
Una vez que la forma del pico nos acota la posible identificación al grupo de paseriformes granívoros, su cola un poco más larga que la del gorrión ya nos pone sobre la pista de que estamos ante un miembro de la familia de los Emberizidae. 


El macho tiene un diseño de babero y antifaz negros sobre fondo amarillo (algo menos marcados en plumaje invernal), y una banda olivácea y zonas castañas en el pecho. Las hembras tienen un diseño más apagado que el macho, sin garganta negra y con pecho moteado, pero todavía se le ve un claro “aire de familia” en el diseño cefálico.

Los juveniles son de plumaje todavía más anodino, y conviene fijarse en su obispillo gris oliváceo, para no confundirlos con los de escribano cerillo, que lo tienen castaño. Otras diferencias son que el soteño es un poco menor, de cola algo más corta, con las marcas de los flancos más estrechas y nítidas, y el pico con la mandíbula superior un poco sobresaliente y que le da un aspecto un poco “piquicaído”. 

Es especie residente, su distribución mundial es casi circunmediterránea, y vive más o menos en cualquier sito en el que coexistan árboles que le den refugio con zonas abiertas en las que se alimenta de semillas de herbáceas, sobre todo de gramíneas; esto puede incluir sotos, bordes de bosques, zonas agrícolas en mosaico o parques periurbanos. 
Efectúa en invierno desplazamientos en busca de lugares más favorables, pero que no son de suficiente entidad como para considerarse verdaderas migraciones.

Foto: Carlos A. Ramírez


Foto: Carlos A. Ramírez
Suele hacer el nido a poca altura, generalmente dentro de algún arbusto, o sobre el suelo, pero siempre bien oculto y protegido, si es por una zarza o un espino, mejor que mejor, y lo construye mayoritariamente la hembra, con hierbas, palitos y materiales similares, con el interior acolchado de pelos o hierbecilla fina. Cada puesta es de entre 2 y 5 huevos, blancos o azulados y manchados con marcas o líneas que recuerdan grafismos, y puede sacar dos o tres nidadas al año. Es tarea de la hembra incubar, y del macho alimentarla mientras tanto. Dura la incubación unos 12 o 13 días, y otro tanto más o menos la permanencia de las crías en el nido, siendo alimentadas por los dos progenitores; los alimentan con comida rica en las proteínas que necesitan para crecer, ya sean insectos adultos, orugas o lombrices, y con semillas cuando está el tiempo lluvioso y no encuentran cosa mejor. Los volantones, durante una o dos semanas terminan de ser cebados por ambos, o solo por el padre, si la madre se se pone a incubar una nueva puesta.
La Lista Roja de la UICN cataloga la especie como de “preocupación menor”, y le atribuye tendencia poblacional creciente. Las estimaciones de la población mundial (que es como decir la europea y poquito más) eran en 2018 de una horquilla entre 4 y 10 millones de adultos, y la española puede que ande por los dos millones. 
No se sabe muy bien por qué se llama escribanos a estos pajarillos. José Manuel Zamorano, autor de la obra 

AVETIMOLOGÍA

, nos indica que pudiera deberse a las manchas de los huevos, que recuerdan trazos de tinta, o por una supuesta similitud de su canto con el sonido de la pluma al rozar contra el papel. 
Foto: Carlos A. Ramírez

Tanto la denominación genérica como la específica se las debemos a Linneo, y son la latinización del nombre que recibían estos pajarillos en alemán antiguo, emmeritz o emberitz, y del vocablo cirlo, que por lo visto designaba a esta especie en el dialecto boloñés, y que bien pudiera tener en última instancia origen onomatopéyico.