Este hirundínido es del tamaño y
hechuras parecidos a los de su pariente la golondrina común; en vuelo, los tonos claros del obispillo y movimientos más
reposados y circulares le dan un aspecto en cierto modo intermedio entre la
golondrina común y el avión común.
Presenta escaso dimorfismo sexual
(rectrices externas un poco más largas en los machos). Los juveniles tampoco
son muy diferentes; presentan plumaje más apagado, las partes claras más
pálidas y las rectrices de la cola más cortas.
Se trata de una especie que ha venido
extendiéndose hacia el norte poco a poco desde hace aproximadamente un siglo;
al parecer, su primera cita en España fue en 1921 en la provincia de Cádiz, y
su primera nidificación detectada en
Francia data de 1965.
Podemos ver a este pajarillo en nuestras
latitudes entre marzo y septiembre, con mayor abundancia en el cuadrante
suroccidental de la Península; al parecer la población europea inverna en
ecosistemas sabanoides africanos alrededor del trópico de Cáncer. En la zona
sur de su área de distribución es sedentaria. La podemos encontrar en África y
el sur de Eurasia, desde la Península Ibérica hasta Japón
Suele adosar su nido al techo de cuevas
o extraplomos naturales, o bien a puentes y otras construcciones humanas. La
construcción es muy característica, una cámara globosa con un túnel de acceso,
todo ello construido de barro con algún material herbáceo de refuerzo, y
ligeramente forrado por dentro con plumas o paja. La anidación suele ser
solitaria o en colonias pequeñas, y es menos proclive que la golondrina común a
ocupar pueblos habitados.
Ambos miembros de la pareja
contribuyen tanto a la construcción del nido como a la incubación y
alimentación de las crías. El periodo de cría abarca de abril a septiembre y
efectúa dos o a veces tres puestas anuales, a menudo la primera de ellas antes de que esté
terminado el túnel de acceso al nido. Cada nidada consta de tres a seis huevos
(generalmente cinco), de color blanco, que son incubados durante 14 o 15 días.
Los polluelos se desarrollan en el nido hasta echar a volar a las tres semanas
o algo más; después continúan otro tanto volviendo a dormir al nido junto con
sus progenitores.
No parece tener muchos enemigos
naturales, si bien padece la ocupación de sus nidos por gorriones común y
molinero y por el vencejo cafre, especie esta última a cuya expansión parece
estar contribuyendo.
A nivel global no parece tener grandes problemas de conservación, si bien
la UICN cita como factor de amenaza la competencia de otras especies por sus
nidos. Está catalogada en la “Red List” como “least concern” (preocupación menor); dicha entidad considera
probable que la población mundial esté entre diez y quinientos millones de individuos maduros,
lo cual ciertamente no es afinar mucho. En España está incluida en el Listado
de Especies en Régimen de Protección Especial.
La especie que nos ocupa fue descrita originalmente bajo el género Hirundo, en el cual lo han mantenido la
mayoría de los autores hasta hace pocos años.
El nombre del género, Cecropis,
fue propuesto por Fiedrich Boie en 1826, y por lo visto es el que se daba a una
de las antiguas tribus de Atenas (y por extensión a las mujeres atenienses en
general), supuestamente descendiente de Kékrops, personaje mitológico mitad
hombre y mitad serpiente, sin que se nos alcance qué relación pudo Boie
atribuir a Kékrops ni a su cecrópide estirpe con
las golondrinas.
El epíteto específico, daurica,
alude a la región de Dauria, al este del lago Baikal, de donde procedían los
ejemplares que dieron lugar a la descripción de la especie. En cuanto a la
palabra hirundo, significa
“golondrina” en latín.
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