Las hojas de los fresnos, robles o castaños van tornándose a tonos amarillos, rojizos, y marrones que durante
unas semanas tiñen
nuestros montes y serranías. Es ésta época, el otoño, un continuo tránsito de viajes de altos vuelos. Es el período en el que comienzan las migraciones
de las aves invernantes. Grandes
viajeros centroeuropeos como la Grulla común (Grus grus), el
Ánsar común (Anser anser) y la mayoría de anátidas y límicolas se
dirigen hacia nuestra península con la meta de encontrar un lugar donde la temperatura y el alimento les permita superar las condiciones
climáticas invernales con mayor facilidad. Entre estas aves invernales, encontramos también un buen número de especies de pequeños pájaros
como el Petirrojo (Erithacus rubecula). Un grupo de mediano tamaño, que visitan nuestras tierras, es la familia de los
túrdidos, algunas de las especies englobadas generalmente en los pueblos, con el nombre vulgar de
tordos.
Dentro de esta familia, el protagonista de esta crónica,
es el Zorzal común (Turdus
philomelos). Es un ave de mediano tamaño, que se distingue de otros zorzales, por el
plumaje de la parte superior de color
marrón y por lucir un amplio
moteado en la parte del pecho y en la
parte ventral. Habitante habitual invernal de bosques, riberas y linderos, y como otros de sus parientes
como el Mirlo común (Turdus merula), ha
experimentado, en estas últimas décadas, una colonización de parques y jardines urbanos, como
consecuencia de tres factores claves que
se dan en las ciudades. En primer lugar, el microclima que ofrece el entorno urbano hace que las aves puedan aguantar mejor las condiciones climáticas desfavorables, además encuentran una mayor cantidad y variedad de alimento en los jardines y parques de las ciudades, y por último, la
baja población de depredadores que existen en estos refugios genera que las aves puedan descansar con
mayor tranquilidad después de las largas singladuras que constituyen sus migraciones.
A medida que
transcurre el invierno, los
zorzales se van agrupando coincidiendo en los grupos con sus vecinos los zorzales charlos, alirrojos y
reales. En los meses de diciembre,
enero y febrero cuando aún las temperaturas son bajas, aprovecharán los recursos que les brindan guindas, cerezas, aceitunas o higos. Sin embargo, el alimento preferido del Zorzal común (Turdus philomelos) son los caracoles, cuyo caparazón rompe contra una piedra, o un tronco. A este lugar se le conoce con el nombre de
rompedero.
El zorzal común es
principalmente conocido por dos
características: La primera es el bellísimo canto que a partir de enero podemos
oír con facilidad en nuestros bosques y parques. Si analizamos su nombre científico, Turdus philomelos, veremos que la palabra philomelos viene de philos (amante de) y melos (canto).
Zorzal común. Foto Gonzalo Criado. |
La segunda característica de este pájaro,
y seguramente por la que más se le conozca, es por ser una de las especies de caza menor favoritas de los cazadores. Y si también algo es conocido es la forma con la que se cazan estas aves. Como bien dice el refranero popular, “Al
zorzal, aceite, agua y sal”. Una de las modalidades con la que se caza a
estas especies de zorzales, es la caza
con liga o parany. El parany, método de
caza ilegal en la Unión Europea, pero que se sigue realizando en nuestros días en la Comunidad
Valenciana, consiste en atraer mediante reclamos sonoros a las aves hacia unos árboles destacados repletos de varillas con pegamento. Las aves se quedan pegadas a las
varillas siendo imposible levantar el vuelo. Este pegamento, también llamado liga es una mezcla de aceite y otros componentes.
Con esta crónica pretendemos, dar a conocer la especie, así como la
problemática que tiene. No capturemos a estos pájaros, no perturbemos sus ciclos
migratorios, y año tras año podremos
disfrutar del sonoro y bello canto del zorzal común en nuestros valles,
montes y parques.
Texto y fotos: Gonzalo Criado.
Texto y fotos: Gonzalo Criado.
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