La garcilla bueyera es un ave de unos 50
cm de longitud, que presenta en invierno un plumaje blanco y patas de color
variable, más o menos grisáceo, y pico amarillo (gris en los inmaduros), y en
plumaje nupcial se dota con plumas ocráceas ornamentales en cabeza, dorso y
pecho, y con intensos colores anaranjados, o incluso rojos, en pico y patas;
sin dimorfismo sexual apreciable.
Su peso es de unos 300 a 400 gramos. No
hay que fiarse de su apariencia relativamente voluminosa: en realidad es casi
todo plumas sobre un cuerpo larguirucho y esmirriado.
Es la garcilla bueyera la única especie representante del
género Bubulcus, de la cual se
aceptan más o menos pacíficamente dos subespecies (no falta algún autor que las
separa en dos especies distintas), Bubulcus ibis ibis (Linaeus,1758)presente
en África, América y Europa, y Bubulcus ibis coromandus Boddaert, 1783,
de Asia y Oceanía. Difiere esta subespecie oriental por los colores ocráceos de
su plumaje nupcial más intensos, y repartidos más ampliamente por cabeza y
cuello. No falta quien admite una tercera subespecie para los ejemplares de las
islas Seychelles, Bubulcus ibis
seychellarum, Salomonsen, 1934, de alas más cortas que la subespecie
típìca.
Es bien conocida su costumbre de asociarse
con el ganado, en busca de los insectos que las reses atraen o espantan a su
paso (sin despreciar tampoco ratones, culebras, ranas o pajarillos), y del
ahorro energético que le supone hacerse trasladar gratis et amore subida
sobre los cuadrúpedos. De esta costumbre deriva tanto su nombre común, como el
científico de su género: bubulcus es palabra latina que viene a significar
vaquero o boyero. Sin embargo, su afinidad no es ni mucho menos exclusiva hacia
el ganado bovino, ya que no sólo se acomoda de buen grado a casi cualquier
herbívoro, desde ovejas a elefantes, sino que sigue a los arados o a cualquier
apero agrícola que le facilite la localización de sus apetecidos bichejos.
Esta versatilidad y sus potencialidades
migratorias, junto con algunas introducciones intencionadas por su utilidad
como ávida devoradora de langostas y escarabajos, y alguna “ayudita” para
superar la carestía invernal al amparo de vertederos y depuradoras, le está
permitiendo desde hace un siglo y pico
una considerable expansión a partir de África, habiéndose emancipado de sus orígenes
tropicales y subtropicales y colonizado hacia el norte parte de Europa, y
llegado a Sudamérica primero, y a Centro y Norteamérica después, siendo en la
actualidad poco menos que cosmopolita.
En la Península Ibérica es ave residente,
aunque con gran movilidad y dispersión post-reproductiva.
Su comportamiento es gregario, tanto en la
invernada como en la época reproductora, criando sobre los árboles en colonias
a menudo pluriespecíficas (“garceras”), junto con otras ardeidas, cigüeñas o
espátulas. Descansa también en dormideros comunales en los árboles.
En la construcción del nido es el macho el
que aporta la mayor cantidad de material, y la hembra la principal implicada en
la construcción propiamente dicha.
La puesta puede ser de hasta 5 huevos,
siendo 3 ó 4 lo más frecuente; la incubación dura unos 23 días (de 21 a 26, se
puede leer en algún sitio), y corre a cargo de ambos sexos; los pollos pueden
abandonar el nido a los 15 días de edad, siendo dependientes de los padres
durante otro mes aproximadamente. Al parecer es poco probable que sobrevivan
más de un par de pollos, siendo la inanición la principal causa de su
mortalidad.
A nivel mundial no se considera una
especie amenazada; antes al contrario, está en expansión. Su población global
se estima entre 4 y 10 millones de individuos. La población europea puede ser
de unos 150.000 o 200.000 individuos.
Está protegida como “de interés especial”
por la normativa española.
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