Gavilán común
Accipiter nisus (Linnaeus, 1758)
Inglés: Eurasian Sparrowhawk
Francés: Epervier d'Europe
Este mes invitamos a participar en nuestro blog a una
rapaz perteneciente al género que da nombre a la familia de los Accipítridos, y
cuyas características definitorias podríamos sintetizar con los apelativos de
pequeña, forestal y ornitófaga. De peso comparable a una paloma bravía la
hembra, y el macho mayor que el mirlo y más pequeño que la urraca, sus
longitudes difícilmente pasan de los 40 cm y los 32 o 33, respectivamente, de
las cuales una parte importante corresponde a una cola larga que, en
combinación con unas alas cortas, le ayudan a maniobrar entre el arbolado, y de
paso a ser distinguido de los cernícalos y el alcotán, pues en el caso del
gavilán la punta de las primarias plegadas apenas alcanzará la mitad de la cola,
amén de tener una silueta en vuelo de alas claramente más redondeadas que
las de los falcónidos.
Cría esta especie en casi toda Eurasia y
en el noroeste de África, siendo sedentarias las poblaciones sureñas, incluidas
las ibéricas, y migradoras las más norteñas; se distinguen siete subespecies,
de las cuales A. n. nisus habita en Iberia y resto de Europa, y A. n. granti,
más pequeña y oscura, y con más listas en el pecho, en Canarias y Madeira.
Acceso a mapa de distribución según
Wikipedia:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/32/AccipiterNisusIUCNver2018_2.png/500px-AccipiterNisusIUCNver2018_2.png

Destacan en su anatomía los tarsos
implumes largos y finos, comparados por alguna guía de campo con agujas de
hacer punto, que contrastan con los mucho más robustos y cortos de su congénere
mayor el azor, a cuyos machos pueden llegar a parecerse por lo demás las
hembras de gavilán, tanto en coloración como casi en tamaño. Sorprende
igualmente la longitud de los dedos, especialmente el tercero, mucho más largo
que los laterales y casi tanto como el tarso. Aprovechamos esta ocasión para
aclarar que, en anatomía comparada de los vertebrados terrestres, los dedos,
tanto de las extremidades inferiores como superiores, se identifican
numéricamente empezando por el próximo al eje del cuerpo en la posición
originaria de la extremidad ancestral o quiridio (en nuestro caso el pulgar y
el dedo gordo del pie), por lo que el
tercer dígito es el correspondiente al dedo corazón de nuestra mano y al dedo
central del pie, y seguirá identificándose como tercero aun cuando
evolutivamente hubieran desaparecido, de los cinco originales, el primero o
incluso todos los demás (como en el caso del caballo, que conserva únicamente
el tercer dedo y rudimentos de los metatarsianos segundo y cuarto, o de los
bóvidos que han perdido el primer, segundo y quinto dedos, de modo que los que
les quedan son el tercero y el cuarto pese a ser sólo dos; en el caso de
nuestro amigo el gavilán y de la mayoría de las aves, el dedo que se ha perdido
en las extremidades inferiores es el quinto, y el primero es el dirigido hacia
atrás). Para mayor aclaración, indicaremos que la posición de los dedos y demás
rasgos anatómicos de la mano y el antebrazo se describen, en anatomía comparada, en postura de pronación (palma hacia
atrás/abajo, y radio cruzado sobre el cúbito, si es que se conservan ambos
huesos diferenciados), por ser la
posición primigenia y generalizada en los vertebrados terrestres o tetrápodos, contrariamente
a lo convencional en la anatomía humana, que se estudia en supinación (palma
hacia arriba, cúbito y radio paralelos), postura forzada que muy pocas especies
podemos conseguir y no homologable por tanto en cuanto a comparativa se
refiere.
Se considera al gavilán ave forestal, si bien se las arregla con
facilidad en paisajes en mosaico, con bosquetes donde anidar, refugiarse y
acechar para abalanzarse hacia sus presas a baja altura tapándose con las
ondulaciones del terreno, o incluso en parques periurbanos de cierta entidad.
Se basa la alimentación del gavilán muy
mayoritariamente en aves, ayudándole el dimorfismo sexual de tamaño a abarcar
un rango de presas amplio, que va desde los más pequeños paseriformes hasta aves
del tamaño de una perdiz o de una paloma torcaz.
Construye nidos en los árboles, se dice
que uno nuevo cada año, y la construcción la efectúa mayoritariamente el macho.
Es de reproducción comparativamente tardía, pudiendo efectuar la puesta incluso
en junio en el norte de nuestro país, de forma que los pollos puedan cebarse
con la abundancia de pajarillos volantones. La puesta viene a ser de 4 a 6
huevos la mayoría de las veces, azulados con pintas marronuzcas, y la incubación,
a cargo de la hembra, dura junto con la puesta unos 40 días, y un mes la
permanencia en el nido de los pollos, algún día menos en los machos, que por
ser más pequeños terminan de crecer antes que las hembras. Las cebas a la pollada se efectúan con pajarillos de pequeño tamaño cazados y desplumados por
el macho, y despedazados y repartidos por la hembra, que sólo hacia el final de
la cría se pone a aportar sus propias capturas. Los jóvenes se emancipan a los
20 o 30 días de dejar el nido, con un plumaje parecido al de la hembra, aunque
con el diseño del pecho más desordenado, formando más bien manchas que barras,
y con las plumas de las partes superiores ligeramente ribeteadas de color claro.
Una vez superada la principal amenaza
causada por la consabida bioacumulación de DDT y otros organoclorados antaño
generalizados y actualmente prohibidos, la población, al menos en Europa,
parece haber aumentado, y estar estabilizada desde hace 15 o 20 años; la Lista Roja
de la UICN cataloga el status de conservación de la especie como de “preocupación
menor” y considera su demografía estable, y recoge una estimación de unos
2 o 3,2 millones de adultos, de los cuales 728,000-1,150,000 en Europa, datos que deben ser tomados con reserva tratándose de una
especie de baja detectabilidad y deficientemente censada. En nuestro país está
incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección
Especial, sin catalogar como amenazada.
El nombre del género, Accipiter, es el
que en latín se dio desde siempre a esta y a algunas otras rapaces, mientras
que el epíteto específico es el nombre del rey Niso de Megara, que según la
mitología griega, tras el asedio de su ciudad por las tropas del rey Minos de
Creta, se convirtió en ave de rapiña para perseguir a una hija traidora, en
circunstancias que no merece la pena detallar por no venir a cuento, además de
ser mentira.