Colirrojo tizón
Phoenicurus ochruros (S.G. Gmelin, 1774)
Foto: Germán Fraile |
Inglés: Black redstart
Francés: Rougequeue noir
Nuestro protagonista de este mes es un pajarillo insectívoro que mide lo que un gorrión común, pero pesa poco más de la mitad, poco aficionado a aferrarse a las ramillas y mucho a posarse en el suelo, muros y tejados, con su porte bien erguido y patilargo y ademán de empinarse brevemente y sacudir la cola, que ayudan a reconocerlo desde lejos; originario de biotopos rupícolas, se ha adaptado fácilmente a las construcciones humanas que emulan su originario hábitat, de forma que se encuentra bien integrado en los entornos urbanos y periurbanos.
Incluido tradicionalmente en la familia de los Turdidae, y actualmente en la de los Muscicapidae, y dentro de ésta en la subfamilia Saxicolinae, junto con las tarabillas, ruiseñores y collalbas, entre otros. Cabe decir que las familias de los Turdidae y los Silviidae se trataron durante casi todo el siglo XX como subfamilias de los Muscicapidae, al no poder, con los métodos tradicionales, establecerse límites claros entre ellas, hasta que los estudios de hibridación de ácidos nucleicos vinieron a manifestar que, ni las tres presuntas subfamilias están muy emparentadas entre sí, ni los saxicolinos son túrdidos, aunque todos tienen en común la condición de insectívoros “primitivos”, en cuanto no tienen grandes especializaciones sobre el patrón genérico inicial.
Es la población ibérica de colirrojo tizón sedentaria, y reforzada con contingentes invernantes de más al Norte, los cuales están considerados como migradores presaharianos.
Volviendo a nuestros colirrojos europeos, cabe decir que se asignan a la subespecie P. o. gibraltariensis; en parte de Iberia y Marruecos crían poblaciones con los machos de dorso y cuello más negros, que se han venido describiendo como subespecie independiente (P. o. aterrimus), pero ni la diferencia es nítida ni la subespecie reconocida unánimemente; se cree que pudieron ambos grupos diferenciarse entre sí al quedar sus zonas de cría disyuntas durante la última glaciación, y haberse remezclado parcialmente con posterioridad.
Foto: Germán Fraile |
Sobre su alimentación, poca o ninguna rareza puede decirse; se dedica a capturar insectos y otros pequeños invertebrados, mayoritariamente en el suelo, y llegado el otoño complementa su dieta como puede con pulpa de frutos y materiales vegetales fácilmente procesables.
Foto: Sofía Santos |
Foto: Carlos A. Ramírez |
El estado de conservación de la especie es bueno; su población se considera creciente tanto a nivel mundial como la de por aquí; la Lista Roja de la UICN efectuaba una estima global de entre 32 y 58 millones de adultos en 2018 y clasifica la especie como “least concern”; en España, con una población nidificante que quizá ande por el millón y medio o dos de individuos adultos, está incluida en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial, sin tener categoría de amenaza, a diferencia de su primo el colirrojo real, que está actualmente catalogado como vulnerable.
La especie fue descrita en 1774 por el médico, explorador y naturalista alemán Samuel Gottlieb Gmelin, si bien la adscribió al género Motacilla. El género Phoenicurus fue propuesto en 1817 por Thomas Forster, un polifacético personaje que escribió sobre gran cantidad de disciplinas, desde moral y filosofía hasta astronomía, y que debió de resultar bastante peculiar para su época, siendo considerado pionero del veganismo y del activismo en pro de los derechos de los animales.
Las palabrejas de etimología griega “phoenicurus” y “ochruros” significan, respectivamente, de cola rojiza y de cola ocrácea.
Foto: Carlos A. Ramírez |
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