Cyanopica cooki Bonaparte 1850
Ingl.: Iberian Azure-winged Magpie
Nuestro protagonista de este mes es un pequeño córvido, el rabilargo ibérico, antaño considerado una mera subespecie de Cyanopica cyanus (Pallas 1776) (esta última propia del Extremo Oriente), y sospechoso de haber sido introducido en la Península Ibérica por marinos portugueses allá por los siglos XVI o XVII, ha resultado ser una especie propia y autóctona (Cyanopica cooki Bonaparte 1850), tras haberse concluido a partir de estudios genéticos que ambos taxones divergieron hace entre uno y dos millones de años, y haberse descubierto evidencia fósil de su existencia en Gibraltar. Así pues, se confirma el fenómeno glaciar como principal candidato a ser la explicación de la tan disyunta distribución del género Cyanopica, carente de más especies que las dos mencionadas. Acceso a mapa de distribución del género: http://birding140.es/wp-content/uploads/mapa-rabilargo.jpg
Inconfundible por su coloración y por sus hechuras de “miniurraca” de unos 34 cm de largo y en torno a 70 gramos, suele pulular en bandos por dehesas y otros lugares de arbolado poco denso, hasta una altura de 1600 m., durante todo el año dado que es especie sedentaria.
No presenta ningún dimorfismo sexual apreciable.
Los juveniles se diferencian de los adultos por la coloración menos brillante y más grisácea de las alas y cola y, hasta la primera muda juvenil, color más claro y abigarrado en la cabeza, al tener sus plumas negras con el extremo ocráceo.
Es un omnívoro declarado que lo mismo rebusca insectos y lombrices que consume semillas y frutos silvestres o cultivados, sin despreciar las bellotas, gorronea el pienso de las tolvas o aprovecha carroña y desperdicios, captura algún que otro pequeño vertebrado y tiene la mala fama, verdadera pero exagerada, de depredar nidos. Sin embargo, parece que los polluelos son cebados únicamente, o casi, con material animal.
Con respecto a la reproducción, es característica del rabilargo la existencia de “ayudantes”, es decir, miembros de la colonia no reproductores, casi siempre machos, que ayudan en la cría de nidadas ajenas, tanto en las cebas como en la retirada de sacos fecales o en la defensa del nido. A ello contribuye la desproporción de sexos (hay más machos que hembras). Entre las hipótesis que tratan de explicar el fenómeno de la cría cooperativa en las no muy abundantes pero tampoco excepcionales especies que de una forma u otra la practican (pensemos sin ir más lejos en el ser humano o en los insectos sociales) está la selección por parentesco, según la cual un individuo, a falta de poder criar hijos propios (o de hacerlo con suficiente eficacia en un medio hostil o con mucha competencia), contribuye al éxito reproductor de parientes más o menos cercanos con los que compartiría más genes (entre ellos los que induzcan a la cooperación) que con los extraños; es decir, a la hora de perpetuar el material genético en la competencia por la selección natural, igualmente transmiten copias de un 50% de mis genes un hijo que un hermano o dos medios hermanos, dos nietos o dos sobrinos, o cuatro primos carnales; esta hipótesis resulta más clara en otras especies en las que son los propios hijos mayores los que ayudan a sus padres. En el caso del rabilargo, se sabe que la dispersión post-juvenil con el consiguiente aporte a la exogamia en los bandos, se realiza fundamentalmente por parte de las hembras, por lo que cabe suponer a los machos de un mismo bando un considerable parentesco. Otras posibles ventajas que podrían obtenerse de la cría cooperativa, sería la posibilidad de obtener cópulas “adúlteras”, aumentar la posibilidad del ayudante de emparejarse en caso de ruptura futura de la pareja actual, o adquirir habilidad en el cuidado de las crías o conductas sociales.
Los
nidos se construyen generalmente en árboles, y están construidos con palos y
tallos flexibles entrelazados, algo reforzados con barro, y forrados por dentro
con materiales suaves. En su construcción participan los dos consortes, y a
menudo otros miembros del grupo, sin que por ello se conviertan necesariamente
en ayudantes para el cuidado de los polluelos. Hacia abril o finales de marzo
se producen las primeras puestas, demorándose las hembras primerizas algún día más
que las otras, y con un promedio de 6 o 7 huevos por nido. Son habituales las
puestas de sustitución, pero sacar dos nidadas en un año es un hecho raro que
sólo se produce en temporadas de climatología muy favorable y con primeras
puestas tempranas. Únicamente la hembra
incuba, pudiendo dedicar a ello casi todo su tiempo gracias al alimento
suministrado por su consorte, y quizá por los ayudantes, si es que los tiene.
Los pollos abandonan los nidos con dos semanas o poco más de edad, antes de
poder volar, y son atendidos en las inmediaciones durante varias semanas más
por los adultos.
Al
menos donde se ha podido estudiar el asunto, son más las parejas que repiten de
un año para otro que las que se divorcian, pero más aún las que no tienen tal
disyuntiva por la muerte de alguno de sus miembros, ya que la vida reproductora
de un individuo no va mucho más allá de un par de años en promedio.
A
veces padece el rabilargo el nidoparasitismo del críalo, aunque ni de lejos tan
a menudo como la urraca. Algunos experimentos han mostrado que discrimina con
bastante eficacia los huevos del parásito, y se dice que realiza una eficaz
defensa comunitaria, atacando los bandos de rabilargos a los críalos incluso
con mayor ensañamiento que a las rapaces.
La
tendencia demográfica del rabilargo ibérico se considera creciente, está
catalogado por la UICN Red List como “least concern”, y probablemente cuente
con algo más de un millón de individuos.
Se encuentra incluido en el Listado español de Especies en Régimen de
Protección Especial (todavía bajo la denominación de C. cyanus), sin inclusión en el Catálogo de Especies Amenazadas.
El
nombre específico homenajea al capitán de la marina real británica, naturalista
y escritor Samuel Edward Cook (1787-1856), que recolectó el holotipo, tras
haberse percatado de la presencia del rabilargo en la Península (hasta entonces
desconocida para la ornitología oficial), y efectuó menciones al mismo en
su libro Sketches in Spain during the
years 1829 – 1832.
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