Llega la primavera y con ella su cohorte de aves estivales que invernan en
África, entre ellas nuestro protagonista de este mes, el críalo europeo,
perteneciente al Orden de los Cuculiformes, familia Cuculidae y subfamilia
Cuculinae.
Se trata de un parásito de nidos de córvidos, generalmente de urraca, más
raramente de otros (cornejas o chovas); es de un tamaño parecido al de la
urraca, aproximadamente un tercio más ligero.
A diferencia de su pariente el cuco, parasita especies de tamaño similar o
mayor que el suyo, lo que conlleva que los hospedadores pueden alimentar al
intruso sin que tenga que eliminar a la pollada legítima. De hecho, el críalo
no sólo no expulsa del nido los huevos o polluelos del hospedador, sino que
resulta habitual que se críe más de un críalo en convivencia con varios
polluelos de los legítimos propietarios del nido. Sí parece ser cierto que a
ello contribuye el que durante la oviposición de la hembra de críalo desde el
borde del nido, el huevo suele romper en su caída alguno de los preexistentes.
Tampoco parece que las hembras de críalo tengan demasiado escrúpulo en desovar
donde ya lo haya hecho alguna de sus congéneres. El tiempo que tarda la hembra
una vez posada en el nido en poner un huevo, eludiendo la vigilancia y ataques
de las urracas, es de apenas dos o tres segundos.
Pone cada hembra 15 o 20 huevos, a razón de uno cada dos días, con
descansos de 4 o 5 días cada aproximadamente 6 huevos; una cantidad total, por
tanto, mucho más elevada que la que pueden permitirse las especies no
nidoparásitas de un tamaño similar, que suelen atender una puesta anual de
apenas 4 o 5 huevos.
A diferencia de lo que sucede en el cuco, todos los huevos de críalo son de
un tipo similar, de color azul verdoso claro moteado de parduzco, sin que al
parecer existan en esta especie las denominadas gentes, o líneas filogenéticas de cucos con huevos evolucionados
para mimetizar a los de la especie de paseriforme parasitada por cada gens.
Los huevos, con un periodo de incubación de 13 o 14 días, eclosionan antes
que los de urraca, por lo que el críalo parte ya con una ventaja competitiva.
Los polluelos de críalo son fácilmente distinguibles, incluso recién nacidos,
por presentar un par de papilas blanquecinas en el paladar de las que carecen
los polluelos de los córvidos, y que parecen funcionar como un estímulo
hiperóptimo que induce a los adultos a cebar al intruso con preferencia sobre
sus propios hijos. Se dice que los polluelos de críalo desprenden un olor
repulsivo ante los posibles depredadores, de lo que lógicamente se benefician
sus compañeros de nido. En conjunto, se estima que la parasitación reduce
considerablemente el éxito reproductor del hospedante en los nidos de urraca
afectados, mientras que en el caso de los nidos de corneja no parece perjudicar
significativamente, y en estos la tasa de vuelo del críalo se reduce a la mitad
aproximadamente.
Presenta nuestro protagonista pies zigodáctilos, es decir, con los dedos 1
y 4 dirigidos hacia atrás, circunstancia compartida por los Cuculiformes con
los Piciformes, Psitaciformes y Estrigiformes.
El plumaje de los adultos no presenta dimorfismo sexual, mientras que los
individuos juveniles se diferencian por tener el capirote negro en lugar de
gris y sin el penacho eréctil desarrollado, pecho y cuello más amarillentos,
anillo ocular rojizo y panel castaño en las primarias, carácter éste último que
suele percibirse, atenuado, en los ejemplares de segundo año.
Se alimentan los adultos sobre todo de insectos, en su mayoría de orugas de
lepidópteros, en especial las peludas y urticantes como la procesionaria del
pino, aprovechando así un alimento al alcance de pocas especies. Suele eliminar
las cerdas urticantes frotando las orugas contra troncos.
Los adultos regresan a África tempranamente, hacia mediados de junio,
mientras que los jóvenes del año lo hacen en agosto.
Se reconocen dos subespecies: C. g. glandarius, que cría en el sur de Europa, Turquía y
Oriente Medio, y C. g.
choragium Clancey 1951, de menor talla, de Sudáfrica.
La población española se estima en unos 60.000 “territorios”. Se han
realizado estudios genéticos que indican que la gran mayoría forman parejas
monógamas, aunque se dan casos de poligamia tanto en machos como en hembras.
Sus efectivos mundiales parecen estables y su categoría de conservación
según la UICN es “preocupación menor”. Al parecer ha aumentado la población
europea, lo cual no tiene nada de extraño, abundando las urracas y la
procesionaria. La legislación española lo incluye en el Listado de Especies en
Régimen de Protección Especial.
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