jueves, 1 de agosto de 2013

Ave de agosto: Vencejo común

     El mes de agosto será el último de este año en el que veamos las siluetas con forma de misil y alas puntiagudas de los vencejos comunes (Apus apus) volando gritones por los cielos de nuestros pueblos y ciudades. Es esta un ave muy conocida entre la población, prueba de ello son los distintos nombres vulgares que recibe en la provincia como: arraclaje, arrejacle, arricángel, avión, avurrón, chirle, gorrión, guirri, guirrio o vencello.

     Es el vencejo uno de los últimos migrantes en llegar, la mayoría lo hace ya entrado mayo y es raro ver alguno pasado el quince de agosto.

Foto: Miguel Rouco.

     Se trata de una de las aves más veloces que existen, cuando comen vuelan a una velocidad de unos 40 kilómetros por hora, llegándose a medir velocidades de hasta 100 km/h, aunque cuando más rápido lo hacen es cuando se persiguen unos a otros, y esa es una velocidad que aún no se ha podido medir. He leído por ahí que se cogió un individuo en una torre de la iglesia de Tournai (Bélgica) y se llevó en avión hasta Londres. Regresó desde el aeropuerto de la capital inglesa en cuatro horas, lo que equivale a una velocidad media de 60 kilómetros/hora, siempre que el animalito se hubiese orientado inmediatamente y que el trayecto lo hiciese en línea recta.

Foto: Miguel Rouco.

     También es curiosa la forma que tienen de bañarse, en vuelo pasan al ras de láminas de agua y meten parcialmente la cabeza, para, ya en el aire empiezan un temblor que irá distribuyendo las gotas de agua por todo el cuerpo.

     El anillamiento ha demostrado que muchos vencejos adultos vuelven al mismo agujero donde anidaron el año anterior. Los jóvenes solteros, seleccionan un lugar, forman parejas, pero a pesar de que también construyen un nido, no se reproducen, lo ocupan en junio y julio y volverán a él la siguiente primavera si logran sobrevivir.

Típica imagen en vuelo.

     Pero sin lugar a dudas, uno de los aspectos que más llama la atención de la biología de este magnífico volador, es que pasan la mayor parte de su vida en el aire, sólo se posan para incubar y cebar a los pollos, el resto de su vida lo hacen en vuelo, incluido comer, beber, dormir o aparearse. Debido a esta superadaptación al vuelo, sus patitas han ido perdiendo tamaño y fuerza, de tal forma que si llegan a caer al suelo, les resulta casi imposible llegar a remontar el vuelo por esa desproporcionada relación entre las largísimas alas y las cortísimas patas. Si unido a esto, le añadimos que los pollos no hacen ejercicios de vuelo, simplemente cuando están preparados se tiran del nido y no vuelven a él nunca, el resultado es que algunos de esos pollos valientes calculan mal sus fuerzas y van a parar al suelo, y si tienen buena suerte, son recogidos por personas bienintencionadas que los sacarán adelante en su casa o lo trasladará a algún Centro de Recuperación, como el nuestro de Las Dunas, donde con gran esfuerzo son capaces de sacar adelante decenas de ellos.


Texto: Miguel Blanco.

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