Lavandera cascadeña
Motacilla cinerea Tunstall, 1771
Inglés: Grey wagtail
Francés: Bergeronnette des ruisseaux
Avecilla que alcanza los 19 cm de longitud gracias a la longitud de la cola, pero que en peso no llega a dos tercios del gorrión común, y que podemos encontrar en la Península durante todo el año, criando preferentemente, pero no en exclusiva, en zonas montañosas con cursos de agua rápidos y permanentes, y en invierno algo más disperso por cotas bajas y reforzado por individuos que bajan de más al norte.
Foto: Carlos A. Ramírez |
Busca su alimento en zonas de orilla despejadas, y es un insectívoro estricto, que captura presas tanto en el suelo o el agua somera, como revoloteando en persecución de insectos alados. Además de la longitud de la cola, que sale de ojo que es mayor, no solo que la de un pajarillo cualquiera, sino también que la de las otras lavanderas ibéricas, y que agita arriba y abajo, llaman la atención para quien intenta analizar con un poco de detenimiento su plumaje, las rémiges terciarias que sobresalen hacia atrás mucho más que las secundarias, hasta el punto de poder ocultar las puntas de las primarias.
En un primer contacto con las guías de campo, pudiera parecer fácil la distinción entre sexos por tener las hembras la garganta blancuzca y los machos negra en plumaje nupcial, pero no en el invernal (con la consiguiente variabilidad en fechas y plumajes de transición). Si intentamos afinar más en el asunto, como por ejemplo buceando en la muy recomendable página de Javier Blasco-Zumeta http://blascozumeta.com/specie_files/10190_Motacilla_cinerea.pdf , resulta que el color claro de la garganta lo mantienen la mayoría de los machos en su primera estación nupcial; y que las hembras pueden tenerla más o menos entreverada de plumas oscuras, dándoles un aspecto grisáceo a veces casi tan oscuro como en los machos. De manera que, en mi condición de profano, establecer un criterio para sexar con seguridad, más aún a distancia, se me antoja un asunto arcano y esotérico.
En un primer contacto con las guías de campo, pudiera parecer fácil la distinción entre sexos por tener las hembras la garganta blancuzca y los machos negra en plumaje nupcial, pero no en el invernal (con la consiguiente variabilidad en fechas y plumajes de transición). Si intentamos afinar más en el asunto, como por ejemplo buceando en la muy recomendable página de Javier Blasco-Zumeta http://blascozumeta.com/specie_files/10190_Motacilla_cinerea.pdf , resulta que el color claro de la garganta lo mantienen la mayoría de los machos en su primera estación nupcial; y que las hembras pueden tenerla más o menos entreverada de plumas oscuras, dándoles un aspecto grisáceo a veces casi tan oscuro como en los machos. De manera que, en mi condición de profano, establecer un criterio para sexar con seguridad, más aún a distancia, se me antoja un asunto arcano y esotérico.
Foto: Carlos A. Ramírez |
Su área de cría se extiende desde la Macaronesia hasta Japón y Kamchatka, y en invernada baja hasta Malawi e Indonesia. En la Península Ibérica y las Baleares cría la subespecie típica, y en canarias la Motacilla cinerea canariensis, que tiene los bajos de un color amarillo más intenso, tirando a naranja.
Como es habitual en los pajarillos insectívoros, su reproducción es monógama y territorial. Construye nidos con hierbecillas y disimulados con musgo en cualquier recoveco próximo al agua, ya sea en algún talud de la propia orilla, o en algún muro o pedriza o entre las raíces de un árbol. Respecto al tamaño de puesta, tampoco hay nada de particular; un promedio de unos cinco huevos, de color cremoso con pintas grises, incubados por ambos progenitores durante unos 12 días; los polluelos salen del nido con semana y media o dos de edad y serán cebados durante unos pocos días más. Le da tiempo a sacar usualmente dos polladas al año, a veces tres en las zonas más bajas, y una sola en la alta montaña.
La población se considera estable y la Lista Roja de la UICN estima una población mundial de entre 5 y 20 millones de parejas, con la consideración de “preocupación menor”
España incluye la especie en el Lisado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, sin catalogar como amenazada.
El nombre “motacilla” parece ser que ya lo utilizaban los clásicos para designar al menos a la lavandera blanca, y se cree que trae su origen remoto del verbo motare (mover), pero no está tan claro el origen de “cilla”, que para algunos se referiría a la cola, pero otros lo consideran un simple diminutivo. Tras enterarme de que existía el verbo cillo, cillis, cillere, significando “mover” o “agitar” https://latinonline.es/diccionario-latin-espanol/pagina-168/ , empiezo a maliciarme que pudiera aludir igualmente al movimiento de estos pajarillos, componiendo así una palabra con el sentido de moverse de forma agitada o compulsiva. Menos elucubraciones necesita el epíteto cinerea, que alude claramente al color ceniciento.
Foto: Carlos A. Ramírez |
El género Motacilla lo describió ya Linneo en 1758, al igual que las especies M. flava y M. alba; sin embargo, la especie M. cinerea se la debemos a Marmaduke Tunstall, uno de los primeros ornitólogos ingleses en utilizar el sistema binomial linneano, y autor también de alguna otra especie, como el halcón peregrino, que, al igual que la especie que adorna este mes nuestra página, parece sorprendente que pasara por alto el propio Linneo.
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